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NENITAS

Hace poco vi un típico cartelito de Facebook, el cual recalcaba la importancia de que un niño haga deportes. Me trajo muy buenos recuerdos personales. Por favor, como ansiaba que llegue el sábado a la tarde para que llegue el partido. Por todo; por jugar, por estar con mis amigos. Incluso por competir.

Era mucho más importante que la prueba de Lengua o Matemáticas. No para mis padres claro, pero mucho no escuchaba aun sus opiniones. Aprendí prácticamente todo. Desde los ocho años en adelante. Casi tanto como en la escuela. A compartir, a defender a un amigo. A felicitar al que me ganó (aun de mala gana).

Me enseñaron que para lograr algo, primero tenía que trabajar para eso. Aprendí a llegar a tiempo, a no burlarme de mis compañeros. En fin, todo lo que en el colegio me obligaban a hacer. En el club lo hacía con total gusto y alegría. En ese momento ni siquiera sabía que estaba preparándome para vivir. Yo solo me divertía con los chicos, y no saben cuánto.

Extraño todo. Pensar en el Club Adelante me abarrota todo en la cabeza. Mis abuelos y el Dodge 1500 amarillo. Mi viejo en el alambrado riéndose de todo lo que pasaba. Mi mama que no entendía nada preguntando porque no fue penal la falta en el mediocampo. Extraño todo lo que en este momento está viviendo el afortunado de Facundo.

Facu juega de marcador de punta, tiene la capacidad de hacerlo por ambas bandas. Casualmente también juega en el querido Club Adelante. Tiene el pelo un poco largo, lleva su estilo el pendex. Como su loco flequillo le molesta a la hora de jugar se lo ocurrió comenzar a usar una vincha. Seguramente para sostener el cabello, aunque quien va a negar que a los 10 y con vincha marca tendencia. Son niños, recuerde.

Hace algunas semanas tuvo un partido, en un momento del encuentro la pelota se fue al lateral. Facu apurado (apurado porque ganando o perdiendo, a los 10 solo queremos jugar) corrió a buscar la pelota cerca del alambrado en donde se encontraba la parcialidad contraria. O sea, otros padres viendo a sus hijos.

“Nenita”, “míren a los de Adelante, son todas nenas, no son machitos como los nuestros” “jajajajajaa”…”jajajajaja”. El Facu no es 4 de River o de Boca, es solo un niño desesperado porque llegue el sábado. Como me desesperaba yo, en esa época donde los papás “contrarios” me gritaban: “raquítico”, “tuberculoso” y muchos otros adjetivos más, por mi extrema delgadez.

Los recuerdo perfectamente a los sobrenombres de los papis. Casi tanto como los pocos goles lindos que hice en mi corta, pero divertida, carrera futbolista (duró hasta los dieciséis). Lo malo se graba, tanto como lo bueno. Ese día Facu y sus pelos en la frente se fueron con una sonrisa por la diversión. Pero con una amarga sensación, aun no reconocida tanto en su corta edad, vergüenza.

No es la palabra “nenita” lo que duele. No tiene absolutamente nada de malo. Duele que la gente lo use para descalificar a un pibito que solo está jugando con sus amigos. Tal como usaban “tuberculoso”, o usan “gordo”, “negro”, “puto”, “dientón”, “narigón”, etc. Puedo pasarme horas escribiendo.

Los niños son crueles. Todavía no saben todo lo que pueden causar los adjetivos. En efecto, no tienen idea de lo que hacen. A diferencia de los padres, que están en plena conciencia de que a quien están rotulando de manera agresiva, es una criatura que está conociendo cómo comportarse. Con sus pares y con sus contrarios. ¿Qué cosa buena puede haberse llevado Facundito ese día?

Mariu es la mamá del pelilargo, claro que quedó desconcertada con lo que vivió su pequeño hijito en su momento más feliz. ¿Qué podía hacer al respecto? ¿Insultar a los padres, a sus pequeños hijitos en modo de venganza? Claro que nada de eso. A “la Mariu” (como la conozco hace 20 años) y a las otras mamis del equipo se les ocurrió algo aún mejor.

Se imaginaron de qué manera trasformar la posible “humillación”, en un duro y pesado mensaje para todos aquellos que alguna vez insultaron, descalificaron o adjetivaron a pequeños divirtiéndose con sus compañeritos. Todos los chicos del equipo, al otro partido salieron con vinchas de “nenitas” y con letreros directamente dirigidos a quien le quepe el saco.

Facu y sus amigos fueron los encargados de llevar a cabo el plan maquiavélico. Fueron quienes sin darse mucha cuenta, han dado un baño de realidad que no deja de recorrer los rincones de nuestro país. Fueron los encargados de decirnos: “pobres padres, esperamos que nunca más vayan a la cancha a gritarnos cosas y nos dejen divertir y crecer en paz”.


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