En memoria de Eduardo Cicchino (y del futbol argentino)
Esta semana me desperté tarde como de costumbre. Me cambié de corrida a la cocina, de pasada prendí el televisor y puse el agua para el mate. Mientras se calentaba preparaba el desayuno, terminaba de cambiarme, y de repente me llamó la atención el canal de noticias. Una voz femenina anunciaba la muerte de Eduardo Cicchino. ¿Quién era él? Era el hincha de Boca apuñalado por gritar un gol de su equipo. Me quedé mudo, miraba la pantalla sin moverme, mientras la pava hervía a mis espaldas, pero yo seguía mudo, atónito. No sé quien era, nunca lo vi, y seguramente nunca lo hubiera visto, no conocía a su familia, ni a sus amigos. Pero rápidamente mi mente empezó a tejer una telaraña que cada vez me ponía mas tenso. Asesinado a sangre fría por tener otros colores en el alma. Instantáneamente recordé todas las veces que uno repite un ritmo pegadizo de las canciones de cancha: “que se mueran todos los bosteros, que se mueran para siempre, para toda la alegría de la gente”. Una parte de mi alma me culpaba, me acusaba de cómplice. Pero la otra quería defenderme. Para mi era un juego, era solo un chiste, no pensaba que un enfermo iba a creer que eso era lo que tenia que hacer, para mi era una locura que fuera real. Pensé entonces cuantas cosas se esconden debajo del tapete del “folklore”. Pensé enseguida, y se me hacia un nudo en la garganta, que ese podría haber sido mi hermano mayor, o el hermano de cualquiera de mis amigos. Ese podría haber sido mi cuñado por llevar la camiseta de sus amores. Tranquilamente podría haber sido mi mejor amigo, con ese que ya no discutimos de futbol porque ya nos conocemos los argumentos, o cualquiera de mis amigos del futbol de la semana, y no llegaríamos a completar los diez. Podría haber sido el canillita del barrio, que cada tanto me convida un mate y me pregunta en tono de broma si sigo siendo de River, y yo le respondo: “hasta el cajón”. Podría haber sido el mozo del bar que frecuento, que me acerca un sobre de azúcar de mas y me dice: “para la amargura”, y yo rio mientras le escribo en la servilleta: “2 en 6” y le recuerdo que así nunca van a dejarle propina. Podría haber sido un compañero de oficina. Podría haber sido cualquiera!!! Y cuando digo cualquiera, es cualquiera. Pensé que no solo podía ser un hincha de Boca, sino también mi hermano del medio, fanático de River, que sale vestido de pies a cabeza con los colores que ama, podría haber sido mi viejo, o mi abuelo, o cualquier otro familiar. Podría haber sido uno, o todos, los integrantes de esta radio o cualquiera de su entorno. Fue obvia la idea final, de que la victima podría haber sido yo. Me di cuenta de repente que la noticia había pasado y que el agua no paraba de hervir encima de la hornalla. Reaccioné y Salí para el trabajo. Llegaría tarde pero ese no era el problema. El problema sería la familia de ese chico, que por coincidencia tenía la misma edad que yo. Seguro tendría amigos de River, de Racing, del rojo. Pensé que la canción que mencioné no me representaba, era un chiste que ya no me causa gracia. Pensé por ultimo que tenia que dedicarle unas palabras, es un hincha de Boca, pero es un hincha del futbol. La rivalidad se para, cuando se par la pelota. Sus dioses serán distintos, pero la religión es la misma. En memoria de un pibe que no conocí y del que me hubiera gustado no tener que conocerlo así, son estas palabras. Nuestras condolencias a toda su familia y amigos. Desde esta página repudiamos totalmente cualquier agresión. Mientras sigamos matándonos el futbol seguirá muriendo. HASTA SIEMPRE!